Nathalie Stutzmann (Suresnes, 1965) nos conquistó hace ya más de tres décadas con su voz única —profunda, oscura, carnosa— y desde hace unos años nos conquista también con su batuta. El suyo es un caso sin parangón: una cantante que triunfa como directora, que compagina ambas actividades y que, incluso, las simultanea a menudo en concierto. La contralto francesa es titular de la Kristiansand Symfoniorkester —tampoco abundan las directoras titulares de orquestas sinfónicas— y la lista de aquellas con las que suele colaborar cada día es más extensa: RTÉ National (Irlanda), Londres, Los Ángeles, Seattle, Atlanta, Bamberg, Filadelfia, Minesota, Róterdam, Oslo, Liverpool, Estocolmo, Gotemburgo… Pronto ampliará esa lista con el nombre de la Orquesta Nacional de España, a la que dirigirá en el Auditorio Nacional de Música el fin de semana del 11 al 13 de este mes de diciembre. Sin embargo, no todo son alegrías en su carrera: hace algo más de un año, se vio obligada a disolver la orquesta que había creado para hacer música barroca, Orfeo 55, debido a problemas financieros. Próximamente saldrá editado el último cd que grabó con ella, un legado discográfico de valor incalculable para su legión de admiradores. Realizamos esta entrevista telefónica cuando Stutzmann se encontraba en Noruega dirigiendo, al frente de la orquesta de la que es titular, cinco conciertos dedicados a Beethoven.
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